Derecho a la vida

Guerra de los drones: apuntes éticos


Drones protest at General Atomics in San Diego

Drones protest at General Atomics in San Diego (Photo credit: Steve Rhodes)

No está en mi ánimo el ser exhaustivo en este post, pero sí preciso. Se plantea un buen amigo la moralidad del uso de la guerra de drones. Esto me ha hecho reflexionar sobre el tema y ha estimulado mi natural gana de saber. Vayan estas pinceladas como un boceto simple de las ideas que se vienen a la cabeza.

En primer lugar, el drone es básicamente un objeto no tripulado que puede ser pilotado desde un lugar muy lejano. Lo importante es que ningún humano une su destino al aparato, cosa que sucedía desde el principio en todos los vehículos que han tenido uso militar, incluyendo el caballo y pasando por los vehículo se-movientes (acorazados o no) y los voladores, como el helicóptero y el avión. En un fluido distinto se desplazan los submarinos y las diferentes embarcaciones no sumergibles, pero sustancialmente, no hay diferencia entre ellos. El objetivo es acercarse al contrario y aniquilarlo o anularlo.

Entiendo que la tecnología no quita ni pone nada al hecho moral. En otras palabras: el que el piloto se exponga o no no cambia la calificación ética del asunto.

Lo que sí es definitivo a mi juicio es en quién recae la responsabilidad de las acciones. En teoría es lo mismo ver con tus propios ojos al enemigo a eliminar que verlo a través de un elemento electrónico. Entonces estaríamos diciendo que la artillería es intrínsecamente mala: no ven, generalmente, a sus objetivos pues se encuentran a centenares de metros de ellos.

Lo que define al hecho moral en este caso es la proporcionalidad, que hay que analizar en cada caso, y la intencionalidad.

Si la intención es la anulación del potencial enemigo (incapacitación física sin muerte, anulación de sus medios de combate o de inteligencia, etc) en principio no existiría ninguna objeción al uso de drones. Ahora bien, esta debe ser real. Si intentando incapacitar al enemigo (vgr. presunto terrorista) y no queriendo efecto ulterior, las circunstancias devienen en muerte del mismo, en principio es triste pero no era lo pretendido y no veo tampoco objeción si se cambian los protocolos para intentar minimizar este tipo de errores.

Caso distinto es, evidentemente, que queramos anular al enemigo dándole «matarile» como es costumbre decir entre los españoles que han estado en combate para determinar el fusilamiento o ejecución de un enemigo por motivo de sus crímenes probados. Entiendo que si los hechos son absolutamente probados y corresponde ajustada al derecho vigente la pena de muerte, se puede considerar la acción «quirúrgica» (como la denominan los poseedores de drones) hasta más «humana» que la acción indiscriminada de un comando, por ejemplo.

Ahora bien, si la decisión de intervención es realizada por el aparato conforme a unos parámetros, si la acción no está basada más que en meras suposiciones de «peligros» no confirmados, podemos caer en el problema de los oficiales del «pre-crimen» de Minority report, en el que la moral determinista de los puritanos se impone sobre la libérrima decisión humana que ante parámetros dados puede actuar de un modo diferente al esperado por la estadística o la lógica humana.

En pocas palabras: el fin no justifica los medios ni aun en el caso de que se sospeche que el enemigo va a actuar en un futuro inmediato; se podría justificar el uso de este tipo de aparatos para menguar la libertad de acción y la capacidad de ejecución del enemigo.

No parece ser el caso, pues de las 2000 víctimas 400 son civiles. Señal inequívoca de que la tecnología no es tan «quirúrgica» y que no se ha usado más que para anular definitivamente con la vida de simples sospechosos. En este contexto no me parece lícito el uso de los drones, al menos en un primer acercamiento.

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