Derecho a la vida

Aborto libre y progresismo


Por su enorme interés y actualidad, tomo prestadas las palabras del gran genio de la lengua española que fue Miguel Delibes. Este artículo fue publicado en 2007.

En estos días en que tan frecuentes son las manifestaciones en favor del aborto libre, me ha llamado la atención un grito que, como una exigencia natural, coreaban las manifestantes: «Nosotras parimos, nosotras decidimos». En principio, la reclamación parece incontestable y así lo sería si lo parido fuese algo inanimado, algo que el día de mañana no pudiese, a su vez, objetar dicha exigencia, esto es, parte interesada, hoy muda, de tan importante decisión. La defensa de la vida suele basarse en todas partes en razones éticas, generalmente de moral religiosa, y lo que se discute en principio es si el feto es o no es un ser portador de derechos y deberes desde el instante de la concepción. Yo creo que esto puede llevarnos a argumentaciones bizantinas a favor y en contra, pero una cosa está clara: el óvulo fecundado es algo vivo, un proyecto de ser, con un código genético propio que con toda probabilidad llegará a serlo del todo si los que ya disponemos de razón no truncamos artificialmente el proceso de viabilidad. De aquí se deduce que el aborto no es matar (parece muy fuerte eso de calificar al abortista de asesino), sino interrumpir vida; no es lo mismo suprimir a una persona hecha y derecha que impedir que un embrión consume su desarrollo por las razones que sea. Lo importante, en este dilema, es que el feto aún carece de voz, pero, como proyecto de persona que es, parece natural que alguien tome su defensa, puesto que es la parte débil del litigio.
La socióloga americana Priscilla Conn, en un interesante ensayo, considera el aborto como un conflicto entre dos valores: santidad y libertad, pero tal vez no sea éste el punto de partida adecuado para plantear el problema. El término santidad parece incluir un componente religioso en la cuestión, pero desde el momento en que no se legisla únicamente para creyentes, convendría buscar otros argumentos ajenos a la noción de pecado. En lo concerniente a la libertad habrá que preguntarse en qué momento hay que reconocer al feto tal derecho y resolver entonces en nombre de qué libertad se le puede negar a un embrión la libertad de nacer. Las partidarias del aborto sin limitaciones piden en todo el mundo libertad para su cuerpo. Eso está muy bien y es de razón siempre que en su uso no haya perjuicio de tercero. Esa misma libertad es la que podría exigir el embrión si dispusiera de voz, aunque en un plano más modesto: la libertad de tener un cuerpo para poder disponer mañana de él con la misma libertad que hoy reclaman sus presuntas y reacias madres. Seguramente el derecho a tener un cuerpo debería ser el que encabezara el más elemental código de derechos humanos, en el que también se incluiría el derecho a disponer de él, pero, naturalmente, subordinándole al otro.
Y el caso es que el abortismo ha venido a incluirse entre los postulados de la moderna «progresía». En nuestro tiempo es casi inconcebible un progresista antiabortista. Para estos, todo aquel que se opone al aborto libre es un retrógrado, posición que, como suele decirse, deja a mucha gente, socialmente avanzada, con el culo al aire. Antaño, el progresismo respondía a un esquema muy simple: apoyar al débil, pacifismo y no violencia. Años después, el progresista añadió a este credo la defensa de la Naturaleza. Para el progresista, el débil era el obrero frente al patrono, el niño frente al adulto, el negro frente al blanco. Había que tomar partido por ellos. Para el progresista eran recusables la guerra, la energía nuclear, la pena de muerte, cualquier forma de violencia. En consecuencia, había que oponerse a la carrera de armamentos, a la bomba atómica y al patíbulo. El ideario progresista estaba claro y resultaba bastante sugestivo seguirlo. La vida era lo primero, lo que procedía era procurar mejorar su calidad para los desheredados e indefensos. Había, pues, tarea por delante. Pero surgió el problema del aborto, del aborto en cadena, libre, y con él la polémica sobre si el feto era o no persona, y, ante él, el progresismo vaciló. El embrión era vida, sí, pero no persona, mientras que la presunta madre lo era ya y con capacidad de decisión. No se pensó que la vida del feto estaba más desprotegida que la del obrero o la del negro, quizá porque el embrión carecía de voz y voto, y políticamente era irrelevante. Entonces se empezó a ceder en unos principios que parecían inmutables: la protección del débil y la no violencia. Contra el embrión, una vida desamparada e inerme, podía atentarse impunemente. Nada importaba su debilidad si su eliminación se efectuaba mediante una violencia indolora, científica y esterilizada. Los demás fetos callarían, no podían hacer manifestaciones callejeras, no podían protestar, eran aún más débiles que los más débiles cuyos derechos protegía el progresismo; nadie podía recurrir. Y ante un fenómeno semejante, algunos progresistas se dijeron: esto va contra mi ideología. Si el progresismo no es defender la vida, la más pequeña y menesterosa, contra la agresión social, y precisamente en la era de los anticonceptivos, ¿qué pinto yo aquí? Porque para estos progresistas que aún defienden a los indefensos y rechazan cualquier forma de violencia, esto es, siguen acatando los viejos principios, la náusea se produce igualmente ante una explosión atómica, una cámara de gas o un quirófano esterilizado.
Estándar
Farmacia

Drogas recreativas III. Legal Highs


Tercera entrega.

farmacblog

¿Qué son las legal highs? Su traducción literal da una pista, subidón legal. Son sustancias psicoactivas legales ya que se comercializan bajo la etiqueta de «no apto para consumo humano» en forma de sales de baño, abono para las plantas, inciensos o limpiadores de pipas de agua,  de tal manera que se evita pasar los controles sanitarios requeridos para el consumo humano. Se compran líbremente en internet en multitud de páginas web. El consumidor ingiere, fuma, esnifa o inhala estas sustancias buscando un efecto euforizante, un subidón. No hay información de ningún tipo en el etiquetaje sobre su composición, efectos, dosis y obviamente ninguna garantía sobre lo mismo, ni ninguna responsabilidad más que la del usuario inconsciente que decide consumirlas.

Por fortuna, existen ONG’s como Energy Control, que facilitan el análisis de sustancias al consumidor, sean drogas ilegales o alegales. Los resultados publicados sobre la composición de las legal highs ofrecen…

Ver la entrada original 302 palabras más

Estándar
Farmacia

Drogas recreativas II Glosario básico para farmacéuticos.


Blogueo la segunda parte de este interesantísimo contenido.

farmacblog

En esta segunda entrega de las drogas recreativas me centraré en las drogas disociativas o alucinógenas. No generan una dependencia tan manifiesta como los opiodes y la cocaína pero su consumo causa tolerancia por lo que es necesario ir aumentando la dosis para conseguir el mismo efecto farmacológico. Su consumo a largo plazo provoca neurotoxicidad  y pueden desencadenar trastornos psiquiátricos subyacentes.

Ketamina (keta):  Anestésico general comercializado en el ámbito veterinario. Si se utiliza a dosis bajas tiene efecto disociativo, si se aumenta la dosis, alucinógeno. Su efecto aparece a los 10-15 minutos y dura unas dos horas. Se consume esnifada o inyectada. Su precio oscila entre los 40 y los 60€ el gramo.

LSD (tripi, ajo, ácido): Dietil amina del ácido lisérgico obtenido del cornezuelo del centeno. Se consume por vía oral en forma líquida o sólida sobre papel secante. Es un potente alucinógeno. Actúa a los…

Ver la entrada original 442 palabras más

Estándar
Farmacia

Drogas recreativass I Glosario básico para farmacéuticos.


Por su interés, reblogueo para mis seguidores este contenido

farmacblog

Primera entrega de una serie de cuatro. Pretendo hacer un rápido y muy básico repaso a las sustancias psicótropas desde las clásicas conocidas ( heroína, cocaína, hachís), las de síntesis ( anfetaminas, LSD, GHB), las RCs (reseach chemicals) o legal highs y los medicamentos legales de abuso. ¿Con que intención? refrescar conceptos y echar un ojo fuera del entorno de indicación terapéutica.

Heroína (diacetilmorfina, jaco, caballo): obtenida de la adormidera ( papaver somniferum) por acetilación de la morfina proveniente del opio que es la resina que se sangra de las cápsulas de la adormidera. La heroína es un derivado

opioide semisintético con potente efecto analgésico. Produce una marcada sensación de bienestar por activación de los receptores μ opiodies.  A dosis elevadas causan depresión respiratoria que es la causa de muerte por sobredosis. Provoca dependencia y tolerancia. Su grado de pureza medio en el mercado negro está…

Ver la entrada original 482 palabras más

Estándar
Opinión

Lo que tu patria puede hacer por ti


Kennedy_bros

Soy de aquellos que creen en la libertad de las personas y por tanto no fío demasiado de los determinismos.

Pero es cierto que hay factores que pueden favorecer o perjudicar ciertas empresas.

En el caso de España (y de los españoles, que es lo mismo) está claro que nuestra proverbial ojalatería, nos pierde.

No, no me he confundido. He puesto y he dicho ojalatería (a pesar de que el corrector se empeñe en lo contrario). Ojalatería, decir muchas veces ojalá. El cuento de la lechera, vamos.

Ojalá estuviera en un país que me diera la oportunidad de trabajar. Ojalá alguien ponga dinero para que yo investigue. Ojalá alguien cambie esto. Ojalá alguien eche a estos corruptos políticos y sindicalistas.

Pues, así vamos como vamos. Y lo que se peor, de Finisterre a Cabo de Gata, de Tarifa a Cabo Machimaco, somos todos muy parecidos. En todas partes la culpa es de otro y son los demás los que tienen obligaciones. El que pasa la calle solo en semáforo verde es un carca y el que deja limpio el retrete un innombrable. Se prima al astuto y no al que lucha, se valora al que tiene suerte y no al que la busca y la trabaja día a día. Aquí, en fin, el pendulazo; tras el cura para atizarle o con el cirio.

Es imperativo cambiar esa forma de conjugar los verbos y de pensar. Voy a trabajar. Voy a investigar y para ello voy a… Voy a ver qué he hecho yo para ser corrupto y dejar de hacerlo, la corrupción política es solo el reflejo de una sociedad corrupta en su base. Debemos valorar el aquí y el ahora. No hay otro tiempo que el que nos ha tocado. Es en este momento (hoy es siempre todavía, que decía Machado) es cuando debemos cada uno de nosotros ser excelentes. Las naciones que lo enseñan así a sus hijos, progresan. Las que no, se ahogan en el lodazal de sus lloros. Y ahora, nos estamos llorando.

O sea, en pocas palabras, lo del memorable discurso de J.F. Kenedy: no te preguntes que puede hacer tu patria por ti, pregúntate que puedes hacer tú por tu patria (comunidad, ciudad, sociedad, añado yo).  Si no lo hacemos, el bucle histórico infinito cogerá a nuestro hijos entre la «ojalata» de hojalata y los aplastará.

En nuestras manos queda.

Estándar
Derecho a la vida

Guerra de los drones: apuntes éticos


Drones protest at General Atomics in San Diego

Drones protest at General Atomics in San Diego (Photo credit: Steve Rhodes)

No está en mi ánimo el ser exhaustivo en este post, pero sí preciso. Se plantea un buen amigo la moralidad del uso de la guerra de drones. Esto me ha hecho reflexionar sobre el tema y ha estimulado mi natural gana de saber. Vayan estas pinceladas como un boceto simple de las ideas que se vienen a la cabeza.

En primer lugar, el drone es básicamente un objeto no tripulado que puede ser pilotado desde un lugar muy lejano. Lo importante es que ningún humano une su destino al aparato, cosa que sucedía desde el principio en todos los vehículos que han tenido uso militar, incluyendo el caballo y pasando por los vehículo se-movientes (acorazados o no) y los voladores, como el helicóptero y el avión. En un fluido distinto se desplazan los submarinos y las diferentes embarcaciones no sumergibles, pero sustancialmente, no hay diferencia entre ellos. El objetivo es acercarse al contrario y aniquilarlo o anularlo.

Entiendo que la tecnología no quita ni pone nada al hecho moral. En otras palabras: el que el piloto se exponga o no no cambia la calificación ética del asunto.

Lo que sí es definitivo a mi juicio es en quién recae la responsabilidad de las acciones. En teoría es lo mismo ver con tus propios ojos al enemigo a eliminar que verlo a través de un elemento electrónico. Entonces estaríamos diciendo que la artillería es intrínsecamente mala: no ven, generalmente, a sus objetivos pues se encuentran a centenares de metros de ellos.

Lo que define al hecho moral en este caso es la proporcionalidad, que hay que analizar en cada caso, y la intencionalidad.

Si la intención es la anulación del potencial enemigo (incapacitación física sin muerte, anulación de sus medios de combate o de inteligencia, etc) en principio no existiría ninguna objeción al uso de drones. Ahora bien, esta debe ser real. Si intentando incapacitar al enemigo (vgr. presunto terrorista) y no queriendo efecto ulterior, las circunstancias devienen en muerte del mismo, en principio es triste pero no era lo pretendido y no veo tampoco objeción si se cambian los protocolos para intentar minimizar este tipo de errores.

Caso distinto es, evidentemente, que queramos anular al enemigo dándole «matarile» como es costumbre decir entre los españoles que han estado en combate para determinar el fusilamiento o ejecución de un enemigo por motivo de sus crímenes probados. Entiendo que si los hechos son absolutamente probados y corresponde ajustada al derecho vigente la pena de muerte, se puede considerar la acción «quirúrgica» (como la denominan los poseedores de drones) hasta más «humana» que la acción indiscriminada de un comando, por ejemplo.

Ahora bien, si la decisión de intervención es realizada por el aparato conforme a unos parámetros, si la acción no está basada más que en meras suposiciones de «peligros» no confirmados, podemos caer en el problema de los oficiales del «pre-crimen» de Minority report, en el que la moral determinista de los puritanos se impone sobre la libérrima decisión humana que ante parámetros dados puede actuar de un modo diferente al esperado por la estadística o la lógica humana.

En pocas palabras: el fin no justifica los medios ni aun en el caso de que se sospeche que el enemigo va a actuar en un futuro inmediato; se podría justificar el uso de este tipo de aparatos para menguar la libertad de acción y la capacidad de ejecución del enemigo.

No parece ser el caso, pues de las 2000 víctimas 400 son civiles. Señal inequívoca de que la tecnología no es tan «quirúrgica» y que no se ha usado más que para anular definitivamente con la vida de simples sospechosos. En este contexto no me parece lícito el uso de los drones, al menos en un primer acercamiento.

Estándar
Opinión

Hablen para adentro, por favor


English: A photo of The Thinker by Rodin locat...

English: A photo of The Thinker by Rodin located at the Musée Rodin in Paris (Photo credit: Wikipedia)

He quedado profundamente impresionado por el artículo de hoy de Enric González en el diario El Mundo.

Se trata de uno de esos artículos que justifican con creces lo que uno paga por un periódico en papel. De esos artículos como los de Alfonso Ussía que le hacen a uno reconciliarse con la humanidad y silbar andando alegremente.

El artículo se titula Silencio y es de lo mejor que he leído en mucho tiempo. El artículo empieza con una aguda obviedad una tremenda insignificancia que marca terreno y eleva al que lo lee «la base de la civilización es la palabra». Parece el principio del Evangelio de san Juan «Al principio era el Verbo…». Una vez establecido esto, afirma algo no tan obvio pero no por ello menos cierto: la base de la convivencia es el silencio. El silencio, entiendo, no establecido sobre la base de la ausencia de ruido sino más bien como el fruto de un esfuerzo por no decir o proclamar a los cuatro vientos algo que nos pueda costar una falta de comunicación con los que hemos establecido esa civilización. Me viene a la memoria el viejo refrán de que el hombre es dueño de sus silencios, pero esclavo de sus palabras.

 

Enric desgrana un perfecto y ameno artículo que debe ser leído y rumiado (este es de los artículos que hay que rumiar) para terminar proclamando unas preguntas retóricas muy ajustadas al momento que hoy vivimos. ¿No podríamos callarnos de vez en cuando? ¿No estaría bien que, por una temporada, simuláramos ser ciudadanos adultos de un país civilizado? Con esta fina ironía deja claro un anhelo que tenemos algunos desde hace muchos siglos: que nuestra patria deje de estar bajo el influjo cainita de los partidarios y los detractores, de los «pro» y los «contra» y que ambas facciones dejen de embestirse y piensen, o sea, hablen para adentro.

 

Estándar