Con gran pena he leído la famosa carta al presidente del Gobierno de España de una investigadora del Consejo Superior de Investigaciones Científicas.
Lo primero que he de decir es que subscribo un alto porcentaje de la misma. Sin peros. Sin paliativos.
Dicho esto, comienzo.
Si bien todo es cierto, no lo es menos el hecho de que una nación con un déficit histórico en investigación se permite el lujo de pagar la escandalosa cifra de 99 millones de euros por un joven que de ser, por ejemplo, médico no llegaría a cobrar en toda su vida ni una centésima parte de ello. Si llega a ser ingeniero, se hubiera tenido que ir a otro país a vender sus patentes porque sus compatriotas prefieren comprar en los «chinos». Si militar, no solo no le hubiera pagado como a Spínola (que tuvo que poner dinero de su bolsillo), sino que además le olvidaría como a Blas de Lezo.
Para poder pagar esa cantidad al joven inglés, hay infinidad de pobres que pagan la escandalosa cifra de 15,90 euros al mes por ver los partidos de ese joven y otros igualmente interesantes. Si distrajéramos esa cantidad mensual para investigación está claro que no estaríamos como estamos.
Para terminar me atrevo a afirmar que una de las cosas que han hecho a los yankis lo que son es el hecho de que desde hace mucho tiempo tienen una cultura en la sociedad de la que no gozamos por estos lares. Esa cultura entre muchas otras cosas dice que no hay que preguntarse lo que tu patria puede hacer por ti, sino lo que tú puedes hacer por tu patria. Así son grandes. Así somos pequeños, muy pequeños.